LA INNECESIDAD DE HACER
Lo Real es que no hay
necesidad, compromiso o deber alguno de hacer nada.
Darse cuenta de la
“innecesidad de hacer” lleva a
comprender que el “quid” de la cuestión no está en “qué” hago, sino en “cómo”
acometo lo que sea que haga. La “naturaleza egocéntrica” llama a poner el
acento en el “qué” (qué hago o dejo de hacer, qué “debo de”, qué “tengo
que”,…). Y nuestra “naturaleza esencial” deja el “qué” en manos de la
Providencia –nuestro “verdadero ser” en acción- y la Vida –responsabilidad al
100 por 100 de cada uno- y se centra en el “cómo” para llenar de Amor e
impregnar con su vibración, con la Frecuencia de Amor, todos los hechos y
circunstancias –experiencias, en definitiva- que la vida (no la programación
mental) va poniéndonos por delante de instante en instante en el “Vivir
Viviendo”. Y da igual el color que la mente -desde la “experiencia dual”- quiera
otorgar a la experiencia –“alegre” o “triste”, “placentera” o “dolorosa”,…-.
Sólo importa situar en la vibración del Amor cada experiencia que la Vida
traiga a nosotros.
Centrado en el “cómo” y en
Frecuencia de Amor, ejercito mis dones y talentos –cada cual cuenta con los
suyos-, que se manifestarán en el día a día naturalmente, sin esfuerzo y con
entusiasmo (“Dios en mi”). No en balde, los dones y talentos son plasmación y
expresión directa en “mí” de la Presencia de Dios, que es yo. Lo que no quita
para que atendamos, igualmente, los otros quehaceres que vengan de la mano de
la Providencia y la Vida. Sin juzgar las experiencias ni etiquetarlas
dualmente, las impregnaremos todas con la Frecuencia de Amor que subyace en
nuestro interior. Y lo haremos sin esperar ni desear nada: sin pretender
levantar en los demás ni admiración ni reconocimiento o valoración positiva. Y
sin perseguir “ayudar” a nadie, pues la comprensión de la “innecesidad de
hacer” habrá hecho ver la enorme carga de vanidad que supone querer incidir o
interferir en el desenvolvimiento de algo donde todo tiene su porqué y para qué
y todo fluye, refluye y confluye en el Amor de cuanto Es y Acontece.
“Ama al prójimo como a ti
mismo”: Énfasis en el “ama al prójimo” y olvido del “cómo a ti mismo”. Esto
último se ve como egoísmo. Pero no es así. Amarse a un mismo es recordar nuestro verdadero ser y naturaleza
esencial y divina; destapar el Amor que Somos y no impedir su Presencia ni su
Frecuencia. A partir de lo cual, el “ama al prójimo” será tan natural que ya ni
siquiera será “ama”, sino Amor, sin sujeto, en acción.
Emilio Carrillo
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