La ley del efecto contrario
Emile Coué redescubrió una de las leyes
básicas de
la mente humana. La llamó “la ley del efecto contrario”.
Es uno de
los sutras más antiguos del pensamiento taoísta
y del zen.
Por ejemplo, si no tienes sueño ¿qué harás? Tratarás
de dormirte; harás esfuerzos, harás esto y aquello, pero
todo lo que hagas
tendrá justo el efecto contrario
porque cualquier actividad, cualquier
esfuerzo, irá en
contra del sueño. Dormir es una relajación. No puedes
provocarlo, no puedes hacer nada para que ocurra,
no forma en absoluto parte de
tu voluntad. Dormir es
entrar en el inconsciente y tu voluntad es
simplemente
un fragmento de la consciencia. Cuando
entras en el inconsciente, en lo
profundo, dejas en la
superficie la parte que es consciente, el fragmento
que
es la voluntad. La única manera de entrar en el
sueño es no hacer nada. Si no
viene, no viene.
Espera… ¡No hagas nada! Cuando llega, llega.
Y esto sucede con muchas cosas de la vida: que
ocurre justo lo contrario. Si quieres estar tranquilo,
¿qué harás?... Porque
quietud significa no-hacer.
¡Solamente flotas! No hay que usar ningún método
porque cualquier método significaría de nuevo que
estás haciendo algo. Y el
“tienes que” va justamente
en contra. Si lo haces así te pondrás más tenso.
Deja que las cosas ocurran, no las fuerces.
Sucede muchas veces: intentas recordar un
nombre
o un rostro y no lo consigues, aunque sientes que lo
tienes justo en la
punta de la lengua. Y cuanto
más lo intentas, menos te viene. Entonces te
sientes
frustrado y te olvidas del asunto… Y de repente
te viene a la memoria.
¿Qué ha ocurrido? Pertenecía
al inconsciente, estaba en lo profundo de ti.
Y
cuanto más lo intentabas, más se perturbaba
el inconsciente. Estabas usando la
voluntad, y la
voluntad no puede traer las cosas de tu profundidad.
Sólo a
través de la rendición puedes hacerlo, sólo
cuando te dejas llevar.
Esta es la ley del efecto contrario. Recuerda,
con el
inconsciente la voluntad no sólo sirve para nada,
sino que además
resulta perjudicial. Lo más
importante te ocurrirá sólo cuando tú no estés ahí.
Y si estás haciendo algo, tendrás que estar ahí.
El sueño llega cuando tú no
estás ahí. La Iluminación
también sigue la misma regla.
No-hacer
En lo que a ti concierne hacer es fácil, por
muy duro que sea, y no-hacer es difícil. Si alguien dice: “No hagas nada”, te
sientes perdido. Si lo comprendieras, no sería así.
No-hacer no requiere cualificación alguna.
Puede que el hacer sí y, puede que requiera práctica.
No-hacer no precisa
práctica alguna. Es por eso
que la iluminación puede acontecer en cualquier
momento, porque no es cuestión de cómo alcanzarla,
sino de cómo permitirla. Es
como el dormir: te relajas
y ahí está, ocurre.
La acción alimenta el ego. Cuando no estás
haciendo
nada el ego no puede alimentarse. Simplemente
desaparece, se muere, no
está ahí. Así que, lo que
sea que hagas queriendo, será la propia barrera.
No
fuerces, deja que ocurra. Flota, abandónate, déjate
absorber, no pongas tu
voluntad.
Y recuerda, siempre que haces algo voluntariamente
no puedes gozarlo. Esas dos cosas nunca se encuentran.
Si fuerzas algo no
puedes disfrutarlo, si lo disfrutas
no puedes forzarlo.
Simplemente espera..., deja que se mueva tu
energía interior, entonces síguela a dónde quiera que
te lleve. Ya no estás
ahí... Entonces es algo inmenso,
es una gran liberación.
Deshazte de todos tus conocimientos, porque
sólo te
son necesarios cuando tienes que hacer algo. Pero
cuando no tienes que
hacer nada, ¿qué conocimientos
necesitas? Sólo se requiere una sensación, una
especie de truco: cómo desaparecer, cómo dejar de
ser. Y cuando digo “cómo” no
me refiero a que tengas
que conocer la técnica. Simplemente tienes que
buscar
esa sensación.
Dos cosas te serán de ayuda. Una: intenta
descubrir
cómo ocurre el dormir, cómo entras en el sueño.
Puede que tengas
algún ritual, pero este ritual no
causa el sueño, sólo lo ayuda. La otra: la
meditación.
Todo el mundo encuentra su propio ritual. El ritual
te ayuda porque
te da un determinado ambiente,
pero no es la causa. Si otra persona lo sigue,
puede
que hasta se convierta en un obstáculo para ella.
Uno tiene que encontrar
su propio ritual.
Un ritual es simplemente algo que sirve para
ayudarte
a estar más a gusto y poder esperar. Y cuando
estás a gusto y esperas,
ocurre. Dios llega a ti
exactamente igual que el sueño, igual que el amor.
No
puedes desearlo, no puedes forzarlo.
Toda tu vida se ha convertido en un problema
porque
te has hecho experto en cómo hacer cosas: muy
eficiente con las cosas
mecánicas porque son cosas
que pueden hacerse, pero absolutamente inútil
para
las cosas humanas, porque esas cosas no se
pueden aprender, no se pueden hacer
técnicamente,
no puedes hacerte experto en ellas.
El amor
Por ejemplo, puedes forzar
tu amor. El amor
está ahí
pero no hay nadie que ame.
El amor ocurre como una
energía, pero en él
no
hay ego.
Entonces el amor se
convierte en éxtasis y
descubres algo que sólo
han conocido aquellos que han
llegado a lo Divino.
La meditación, Dios, la iluminación, el
nirvana...
todo ello llega a la existencia a través del amor, porque
a través
del amor llega un destello. Y tan pronto como
ese destello estuvo allí, algunas
almas valientes
emprendieron una aventura para encontrar la
fuente de donde
procedía. A través del amor se ha
descubierto a Dios. Por eso, siempre que
alguien
le pregunta a Jesús: “¿Qué es Dios”, él contesta:
“Dios es amor”.
Pero el proceso es el mismo: no puedes forzar
el amor.
Si lo fuerzas, pierde toda su belleza, todo se vuelve
mecánico. Irás a
través de todo el ritual, pero no
ocurrirá nada. No habrá éxtasis; será algo
que haya
que hacer y acabar. Nunca llegará hasta tu centro,
ni sacudirá tus
cimientos; no será una vibración de
tu ser, sino un acto superficial.
La paz esencial de la mente
Vas buscando gurús, vas tras esto o aquello,
para encontrar alguna técnica, algún mantra con que iluminarte... No hay ningún
mantra que te pueda iluminar. Tendrás que ser más compasivo. Este es el único
mantra: menos voluntad y más fluidez; menos esfuerzo y más relajación; menos
hacer desde el consciente y más nadar en el inconsciente.
Ahora trata de entender el sutra: “Cuando no
se
entiende el significado profundo de las cosas, se
perturba en vano la paz
esencial de la mente”.
El hecho de que alguien esté angustiado
muestra
que no ha entendido las cosas, el significado
profundo de las cosas. Y
vas acusando a otros de
que es por ellos por lo que estás angustiado.
Aquí
nadie está angustiado por nadie. Estás
angustiado debido a tu no-entender o a
tu mal-entender.
¡Intenta comprender! Todo el mundo trata de
dominar. Esa es la naturaleza del ego: hacer toda
clase de esfuerzos para
dominar al otro (no importa
que el otro sea el cónyuge, los hijos o los
amigos).
Y si todo el mundo trata de dominar y tú también
estás intentándolo,
habrá lucha. La lucha no se
debe a que otros estén tratando de dominar; la
lucha se debe a que no tratas de entender cómo
funciona el ego.
¡Salte de ahí! A los demás no se les puede
cambiar;
si tratas de cambiarlos estarás malgastando
tu vida innecesariamente.
Ese es su problema.
Ellos serán los que sufran si no lo comprenden.
Sencillamente comprende que todo el mundo trata
de dominar y di: “Yo me salgo
de esto, no voy a
intentar dominar”... Tu lucha desaparecerá…
Y ocurrirá algo
muy hermoso.
Cuando te peleas refuerzas el ego del otro; y
esto es un círculo vicioso. Cuando no peleas el
otro siente que está luchando
solo, en medio de un
vacío. Y entonces le das al otro una oportunidad
para que
también él se dé cuenta. Psicológicamente
ya no estás en esas funciones egóicas,
en la
dominación, en la agresión, en la violencia, en la ira.
Ya no formas
parte de eso. Entonces se crea cierta
distancia, cierto desapego. Ahora puedes
ver las
cosas y reírte: ¡qué ridículo he sido hasta ahora!
Te reirás, no
estarás angustiado. Todo a tu alrededor
es muy ridículo, pero no te das cuenta
porque eres
parte de ello. La ridiculez no puede verse a menos
que se tome
cierta distancia, cierto desapego.
Cuando no se entiende el significado profundo
de las cosas se perturba en vano la paz esencial de
la mente. Y no consigues
nada, no llegas a ningún
sitio, simplemente te inquietas.
Fuente: Extracto del capítulo 2 de “El Libro de
la Nada”,
de Osho, elaborado por Emilio Carrillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario